EL CASTILLO
DE MENORES
Leyenda de San Juan del Río, Durango
San Juan del Río, Durango, es una pintoresca población
por el rumbo de la carretera a Parral, Chihuahua, concretamente, en el km. 105,
se encuentra el entronque a este poblado. A pocos kilómetros se encuentra el
ejido de Menores y cerca de la población del ejido existe una interesante
formación rocosa en forma de prisma rectangular, la cual ha sido tema de
consejas y pláticas de los lugareños, que por generaciones la han custodiado,
asegurando haber tenido avistamientos de naves extraterrestres.
Al viajar por la mencionada carretera, se pasa por la
población de Menores y siempre llama la atención del viajero la forma tan
peculiar y el tamaño de la montaña, de la cual se desprenden fascinantes
leyendas e historias acerca de su origen.
Entre los habitantes de la zona se dice que dicha montaña
es nada menos que un castillo encantado, mismo que alguna vez perteneció a una
reina muy joven y extraordinariamente bella quien había despreciado la oferta
de matrimonio que su padre había arreglado, mientras que éste, iracundo,
recurrió a la magia negra y a la hechicería para convertir el enorme y lujoso
castillo en una enorme roca.
Los habitantes cercanos comentan que durante mucho tiempo
a ese lugar se le conocía como el “Castillo Encantado” mientras que con el paso
del tiempo pasó a llamarse solamente “El Castillo”.
Los que si es cierto a lo que comentan por ahí es que a
ciertas horas del día y de la noche se escuchan en el aire sonidos de clarines
y cornetas anunciando algo, similar a los llamados que hacían para hacer una
ordenanza real que tanto se mencionan en los cuentos o que vemos en películas.
También se dice que en cada Jueves Santo, justo a medio
día, hay una enorme puerta que se abre dejando a la vista su lujoso y
magníficamente hermoso decorado de su interior, se dice que quien logra ver eso
queda asombrado por el exceso de belleza que alcanza a ver.
Un anciano de nombre Anselmo Gracia Rentería, dice que le
tocó la suerte de ver este espectáculo, al cual simplemente no lo puede
fácilmente describir, una escena similar a un castillo medieval, además de
contener un enorme foso a su alrededor con furiosos dragones custodiándolo; en
el pórtico hay un enorme puente levadizo que lleva al interior de la mansión.
La construcción entera esta esculpida con el mármol blanco
más hermoso y puro, con torres, almenas y torreones en casa esquina que le dan
el aspecto de fortaleza militar.
En su interior enormes salones y recepciones con paredes
de marfil e incrustaciones de piedras preciosas como esmeraldas, rubíes, azules
turquesas, moradas amatistas, blancos diamantes y ópalos de distintos tonos
colocadas con finas láminas de oro puro.
Sus inmensos jardines están formados por plantas de lo
más exóticas que sientan un aroma delicado y mágico que llegan a hipnotizar.
Don Anselmo recorrió todos los rincones del castillo,
desde las más altas torres con acabados hermosos, hasta la mazmorra más fría a
lo profundo del castillo, donde encerraban a los prisioneros y a los traidores
para servir al final de sus vidas como alimento de dragones.
Comenta el anciano que lo llevaron con la reina quien le
dijo: Mira Anselmo, yo, mi castillo, mi corte y toda la servidumbre estamos
encantados hasta la consumación de los siglos y requiero de una persona de
buena voluntad como tú, quien pueda ayudarme a romper este hechizo que nos ha
condenado. Lo único que tienes que hacer es localizar entre las familias más
notables de la región, a aquella que pueda regalarnos a un varón recién nacido,
para que le cortes la cabeza y tomarlo de los pies para desangrarlo por
completo y derramar su sangre sobre una piedra negra ubicada en lo más alto de
la montaña, esto lo debes de hacer antes de que termine el jueves santo, antes
de que el sol muera en el horizonte.
De romperse el hechizo Anselmo, mi reino resurgirá de la
montaña a la vida normal, mientras que todos los pueblos cercanos a mi castillo
desaparecerán para siempre, exclamó la extraña gobernante.
De pronto la reina rompió en llanto y don Anselmo se
retiró del castillo impresionado por lo que sus ojos vieron, pero más impactado
por lo que sus oídos captaron, pero sobre todo la decepción que lo invadió al
no poder cumplir la encomienda que la soberana le había encargado para romper
dicha maldición, en virtud de que el hacerlo muchas poblaciones desaparecerían junto
con sus pobladores.
Al terminar Don Anselmo su narración, tomó un pañuelo
rojo que usan todos los campesinos y se secó sus ojos que rompieron en llanto,
todos los que escucharon la historia se quedaron en silencio como un tributo de
respeto y reconocimiento a su fantasía, además a su sentimiento como ser
humano.
(Libro: Leyendas y Relatos de Durango
Antiguo, de la autoría del Prof. Manuel Lozoya Cigarroa)